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La Casa Editora Abril pudiera asociarse esencialmente en el imaginario cultural con un par de revistas, pero bibliotecarios, estudiantes e interesados por la lectura, en general, saben que es más que eso. Como proyecto editorial cuenta al mismo tiempo, y ha contado durante años, con un equipo hacedor de libros y algo más: postales, plegables “infantiles”, marcadores, carteles... De manera tal que pensar y aludir a “Abril” es un modo inclusive de referenciar un lote muy diverso de volúmenes de muchos tipos y formatos, de características y públicos potenciales.
Visualmente, son libros que responden a etapas, equipos de trabajo que han sido renovados, al menos con tres pautas de logotipos para un sello editorial —Ediciones Abril— con claridad de finalidades…, cuestiones esas que pueden suceder en cualquier editorial de la Isla. Los libros de “Abril” tienen, y han tenido, una particularidad quizás evidente: la promoción y defensa de valores de nuestra cultura para las nuevas generaciones. Pero, también, algo más: temas de impacto, cuerpos textuales de interés con valores patrios e históricos, figuras medulares de nuestra cultura, autores de puntería, promoción y apoyo de nuevas firmas para el entorno literario (y visual) de y en nuestro escenario, entre otros aspectos.
Resulta muy raro que alguien no haya tenido alguna vez, o más de una, un libro de “Abril” en sus manos. O ya más recientemente, un libro (digital) en su dispositivo: computadora o móvil.
Hay una lista en la cual se ha pensado, la parte por el todo, a modo de muestrario (aproximado) de cuanto representa la producción editorial de “Abril” por medio de su Departamento del Libro, heredero y continuador de una filosofía de hacer y valorar, de ejecutar y recircular libros de aportes a nuestra sociedad y un siempre presente de numerosos matices y desafíos. Es una lista sencilla e incompleta, pero que da señales de aspectos y parámetros atendibles, que iremos comentando de modo inmediato. Paso a paso. Lista con claras temáticas o líneas de interés: los niños y los jóvenes, la historia, José Martí, el ensayo, la entrevista, lo literario, colecciones editoriales…
El Diablo Ilustrado es uno de esos títulos perseguidos por ciclos de lectores nuevos y curiosos. Lote de textos (o viñetas) que originalmente integrara una sección, a fines de los años 90, en una de nuestras clásicas revistas de la Casa Editora Abril y un buen día, lo compilatorio, trastocó en prueba lo que, con el tiempo, sería un éxito editorial. Y algo ya típico de la identidad de “Abril”. Libro que comenzaba una ruta en 2003 y que, pasadas ya unas dos décadas, ha tenido distintas ediciones. Nadie, o pocos, en un inicio sabían quién era el autor de ciertas anónimas líneas tan “sonoras” para la vida. El propósito era un mensaje ameno desde un cuerpo textual: y la estrategia surtió efecto. Y gustó como libro. ¿Es o no un clásico de “Abril”?
En un peldaño similar, de simpatías y posibilidades expresivas en los órdenes textuales y de la visualidad, hay dos grandes conjuntos, de los cuales Jorge Oliver, como artista, fue un pionero o hilo conductor. Nos referimos a las aventuras del Capitán Plin, compendiadas a través del volumen El libro de la Isla del Coco —aunque cuenta con tres partes— como opción de promoción de y para la ilustración, la historieta, lo humorístico, la narración escrita también con sentido y autonomía en el reino de un autor ¿enteramente visual? Guionista y dibujante, pero sobre todo como lo segundo, Oliver nos demostraría un efectivo binomio: junto al talento poético-expresivo de un Alexis Díaz-Pimienta para niños (y no tan niños), desde una maravilla para nuestra sensibilidad como lectores: los varios libros de Chamaquili, un personaje-prodigio que, desde los versos, cautiva con sus preguntas y análisis. Oliver fue el creador de toda esa galaxia —espacios arquitectónicos, amigos, mascotas, el día a día…— que es, sin dudas, un suceso para nuestra cultura. Imagen y poesía en equilibrio. Lo poético como realce para leer las ilustraciones (y viceversa), por eso, recordemos apenas unas mínimas pinceladas: “Papá, una niña mayor/ me dijo malas palabras,/ palabras que no conozco,/ y no sé por qué son malas.// (…) ¿Es que las palabras esas,/ tan feas y mal habladas,/ se portan mal en la escuela/ y riegan mucho en su casa?// ¿Cómo se vuelven, mapá [sic],/ algunas palabras malas?/ Que yo las quiero ayudar/ a ser mejores palabras”. (Esto nos sirve de guiño también para pensar hasta en Elpidio Valdés y las ilusorias novelas que, Juan Padrón, entregaría de sus vampiros en esta Casa Editora. Otros dos libros maravillosos, que retratan al humorista y cubano Padroncito: su vieja firma artística…).
Lo “infantil” es apenas una etapa, pues las narrativas —textual y visual— han primado en las producciones nuestras. La literatura fantástica y/o de terror ha tenido un epicentro clave, o trinidad de peso, en la visión editorial de un creador y promotor como Rafael Grillo, alma de tres (y plurales) compilaciones en tales horizontes: los volúmenes de las islas… Todavía estos no han cumplido una década: Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas, Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales, Isla en negro. Historias de crimen y enigma. Posibilidades expresivas que otorgan miradas, tipos de narraciones, variantes sobre situaciones concretas de firmas de un presente, es(t)a vez, bajo el prisma de un compilador agudo y confiable, este Grillo, que nos orienta en lo literario abundante de nuestra época: y de peso. (De compilaciones que son claves, o pueden serlo en materia de cultura cubana, “Abril” tiene otros varios ejemplos. Incluso, en la línea de lo histórico o lo historiográfico. ¿Alguien recuerda aquel amarillo diccionario de citas afines a Lezama Lima?).
Pensar en nuestros libros, y en su Departamento que los produce, es tener la mirada fija en etapas varias para los premios “Calendario”: diminutos libros con tamaño suficiente en los horizontes de la creación de (no) ficción. Libros luminosos en y para la poesía, la ensayística, lo narrativo, lo infantil. Conjunción de saberes creativos, de jóvenes premiados por un jurado de prestigio, los cuales no pocas veces se han estrenado como autores desde esa colección en alianza/hermandad con la Asociación Hermanos Saíz. Los “Calendario” siguen siendo una brújula no desestimable de autores “noveles” y temáticas posibles para nuestra cubanía. En ellos tenemos títulos-pilares, tanto como en los “Pinos Nuevos”, otra colección “auxiliar” de nuestro tiempo, pues nos retratan. Nos fabulan. Nos oxigenan. (Y ambas colecciones, por cierto, en sus cubiertas sobre todo son una inmensa galería de las posibilidades de instantes, muy específicos, de nuestras artes visuales… a partir de los años 90).
En la Casa Editora Abril han publicado autores de prestigio. Han estado guiados por la sensibilidad de editores, diseñadores, correctores, ilustradores. Surgen así experiencias y recuerdos. Desencuentros. Anécdotas. Pero están los libros, testigos de una literatura y de mundos testimoniales o de ficción, de y con análisis y aportes. Desde los años 80 recordamos volúmenes emblemáticos. En los agudos años 90, “Abril” tuvo opciones y variantes ante la falta de papel: hubo resultados. En ese lapso, o tránsito, paulatinamente la era digital comenzaba a taladrar, con persistencia, las sensibilidades de hacer, componer, interactuar… con los nuevos productos que debían circular en forma de libro.
Hoy sería fácil mencionar a Ciro Bianchi Ross, Enrique Cirules, Rafael Acosta de Arriba, Marta Rojas, Miguel Barnet, Luis García Pascual, Jorge R. Bermúdez, Rolando Pérez Betancourt, Vicente González Castro, Ulises Rodríguez Febles, Atilio Caballero, Caridad Atencio, Elvia Rosa Castro, Víctor Hugo Pérez Gallo, Diana Castaños, Elaine Vilar Madruga, Maikel José Rodríguez Calviño, Enrique Ubieta Gómez, Víctor Fowler, Amaury Pérez Vidal, Félix Julio Alfonso López, Cintio Vitier, Eduardo del Llano… Ellos, y otros muchos más, tuvieron —han tenido y tienen— algún tipo de nexo con nuestra dinámica editorial. El catálogo de autores, temáticas y libros es muy extenso: pensemos también en Alejo Carpentier o Raúl Martínez. Sí. (Para ello, un noble ejercicio visual y conceptual sería acceder a la biblioteca de la Casa Editora y visualizar tales materiales in situ. Sería una experiencia iluminadora. De asombros).
No por gusto la enumeración anterior comienza con Ciro Bianchi: autor de varios libros por Ediciones Abril, entre los cuales destaca Palabras rencontradas, exquisita colección de entrevistas. Ciro como dialogante y compilador de conversaciones de un gran interés cultural. Además, un ameno conversador y narrador de sucesos del ayer insular, con la guía de la pasión por Cuba y sus aristas más diversas.
Hay libros recientes que comienzan a ser “devorados”. Quizás sea el caso del increíble Mamá “Cuentalotodo”, de la periodista Liudmila Peña Herrera. Ejemplo de la cocreación entre ella y su hijo, pero también entre las disciplinas de la edición, la ilustración y de Liudmila como apasionada de la palabra limpia y precisa. Un libro-hito por sus posibilidades como opción de lectura en función de la inteligencia y del hacer crecer los buenos sentimientos, donde el concepto del hogar es directriz decisiva. Un libro aparentemente infantil… (De Giselle Lucía Navarro, por cierto, debemos recomendar Un niño perfecto, ya con dos ediciones en muy poco tiempo).
De fronteras “difusas” a veces hay libros en “Abril”. De Eldys Baratute Benavides es Temporada de héroes, belleza extrema que estremece como relato de relecturas de sucesos reales de nuestra historia. Por sus páginas hay figuras nobles, conocidas o no, héroes cubanos “de carne y hueso, seres sensibles, valientes, inteligentes”, al decir de su autor. Recrea momentos de la vida de figuras así. Es un contar historias de otro modo. Reinterpretarlas bajo el prisma de ¿una literatura de ficción? Pongamos apenas el ejemplo de un “extraño” mambí: “Aunque todos los hombres comenzaron a reírse y las mujeres se lanzaron sobre La Brujita para disuadirlo de la idea, a la manigua se fue Manuel Rodríguez, el sastre negro, afeminado (…) Muchas historias sobre La Brujita se tejieron entonces (…) Unos aseguraban haberlo visto lavando la ropa de los mambises a la orilla del río”. Temporada de héroes ha sido apenas un ejercicio que, por suerte, cuenta con un complemento análogo o continuidad. ¿Estará Martí en este en particular? (Hace décadas, en los años 50, el historiador Emeterio S. Santovenia proponía como “libro de lectura” un volumen, Niños cubanos, un tanto similar en intenciones, con pinceladas biográficas de héroes en y desde sus infancias).
José Martí ha tenido instantes decisivos en muchas páginas de revistas y libros de la Casa Editora Abril. Recordemos un bello monográfico sobre el Maestro desde un viejo número de la revista Zunzún, la emblemática edición facsimilar del mensuario La Edad de Oro en el contexto de su centenario en 1989 —más recientemente ha sido retomado, y superado, aquel proyecto de evocación y que espera de su instante de recirculación editorial—, una edición facsímil del poemario Versos sencillos, la impactante edición crítica de los diarios de campaña de Martí a mediados de los años 90, los aportes compilatorios de Luis García Pascual, etcétera, etcétera.
Por “Abril” saldría la segunda edición (y luego una posterior) de uno de los imprescindibles aportes, de Froilán Escobar, al entorno bibliográfico martiano: nos referimos a Martí a flor de labios. En sus días, Cintio Vitier fue preciso con su alcance vital y virtudes testimoniales que no colapsaron ante la desmemoria o la oralidad como territorio de pulsos inquietos. La oralidad como prueba irrefutable y que, gracias a este autor, se torna escritura eterna: “Me dijo que lo llevara a los lugares que yo sabía. Yo me puse contento (…) Él caminó conmigo (…) era por un barranco para abajo que íbamos, que si Martí no tercia para atrás, se pierde (…) Retrucó varias veces contra el farallón. Yo en mi cosa de muchacho no me daba cuenta (…) Caminamos así por la orilla más barrancosa, buscando las pozas buenas. Y allá, en una de las vueltas que da el río, paramos. Se metía en el agua y le zafaba el cuerpo al frío (…) Miraba el monte y las lomas que subían desde la orilla (…) Se subió a quedarse encuero en una laja donde le daba el sol. Estuvo quieto un rato pendiente del murmullar de las chorreras que caían”. Este volumen debiera ser una experiencia de lectura de y para muchos cubanos. También. Punto de partida para justipreciar otras dimensiones de una brújula decisiva de nuestro siglo XIX.
En definitiva, hay libros, y algo más, de la Casa Editora Abril, y de sus Ediciones Abril, que deben pasar —necesariamente— por el corazón de los ojos: de un aquello en letras (y algo más) que, incluso, se (des)teje, con pasión y prudencia precisa, desde su Departamento del Libro. Paso a paso. Desde hace unos cuantos años ya. Antes del bullir de una imprenta o las alianzas de los píxeles.