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Frank está molesto y lo sabes

Por:
Eldys Baratute Benavides
Jul.25, 2025 - 16:38 pm.

*Cuento perteneciente al libro Segunda temporada de héroes, de Eldys Baratute, uno de los títulos presentados por la Casa Editora Abril en las conmemoraciones por sus 45 años. 


De tan molesto tiene las venas del cuello hinchadas, como si se le fueran a reventar. Ya no sabes qué hacer para evitar sus paseos dentro del cuarto, con los puños cerrados y las venas similares a un tubo de desagüe.

Cuando llegue doña Rosario seguro se lo dice todo y ahí se va a armar la grande. No sabes cómo tuviste el valor para tanto. Hacerle eso a tu hermano del alma, el único que te aguanta las malcriadeces.

Para cualquier otro sería fácil pedir una disculpa, decir que no lo ibas a hacer más, pero cuando se pone así, tan molesto que ni siquiera te mira a la cara, y recorre la casa de una punta a la otra, quisieras que la tierra se abriera y te tragara. En esos momentos sientes algo parecido a la decepción, decepción y vergüenza de ti mismo.

Con Agustín la cosa hubiese sido distinta, nunca te ha llevado al cine, ni te acompañó a recoger los pedazos de carbón en un baúl para regalárselos a tu mamá, ni se puso a vociferar contigo por todo Santiago: Vengan, compren sus anoncillos, sus mazos de anoncillos por una peseta. No lo hace porque le avergüenza. El otro sí, con que lo pidas se arremanga los pantalones y sale para la calle a vender contigo.

Frank está molesto y, si te acercas, quizás le veas los dos lagrimones en la mejilla. De tanta vergüenza prefieres estar lejos y dejarlo solo, en la otra habitación, en donde se encierra cuando quiere tocar el piano.

Una vez lo descubriste allí, cantando una canción de Miguel Matamoros, con los ojos cerrados y moviendo los dedos, como si estuviese dirigiendo una orquesta.

Aunque quieras olvidarme

ha de ser imposible

porque eternos recuerdos

tendrás siempre de mí.

Mis caricias serán

el fantasma terrible

de lo mucho que sufro

de lo mucho que sufro

alejado de ti

Por doquiera que mires

verás lobregueces

y si buscas otro amor

hallarás soledad

porque todo el que olvida

recoge esquiveces.

Donde quiera que siembra

donde quiera que siembra

la flor de amistad...

Se dio un susto terrible cuando le pasaste la mano por el pelo y le dijiste que sabías el motivo de su alegría: estaba enamorado. Y del susto se puso blanco como un papel y con los ojos vidriosos. En la iglesia no los dejaban tener novias, ni fumar, ni ir a fiestas, ni tomarse un trago del licor que vende el chino Pun Li. Por eso mantenía oculto lo de su novia, se llama Elia Frómeta, te dijo, y la primera vez que la vi, en un retiro de jóvenes en Cayo Brooks, en la Bahía de Guantánamo, quería regalarle la espuma del mar y las arenas de la playa, y las nubes y el cielo completo. Seguro la muchacha se enamoró de sus manos finas y fuertes, de la barba que ya le iba saliendo y de su cara de niño grande, como le gustaba decirle a la doña.

Lo sentiste enamorado como nunca, por eso la canción de Matamoros, y los ojos cerrados.

En la iglesia todo es un no se puede hacer esto, no se puede hacer lo otro. Ya no te importa si las beatas de la bautista están pendientes de ti, para después darle las quejas a doña Rosario.  Eres joven y te gustan las travesuras, las maldades, robar mangos y tirar piedras. También te gusta ayudar a tu mamá en la casa, aunque ellas no se lo dicen a nadie y prefieren contar chismes y cosas malas.

Quisieras ser como él, y recoger violetas por la calle para llevárselas a las señoras de la iglesia, quisieras amar la poesía y la música. Parece que hubiera nacido del mismo Dios.

No importa si en la biblia Josué era el líder de los hebreos, sucesor de Moisés, el que combatió contra Adoniseo, rey de Jerusalén, y ordenó al Sol que se detuviera. Todo eso lo pudo haber hecho tu hermano en otra vida. Tú no eres así, aunque también te llames Josué.

Fuiste injusto y cruel y no sabes pedir disculpas, no es una cosa que se te dé fácil. Por no pedirle diculpas a Javier tuviste que irte del equipo de los Boys Scout, por no pedir disculpas has perdido amigos, novias, oportunidades en la vida. Todo lo pudieras perder, menos a Frank.

Cuando se va por la tarde, a sentarse solo en la iglesia, sales detrás y, de lejos, lo ves tocar en el órgano un himno demasiado tonto para ti, pero cuando lo interpreta, en la soledad del lugar, mientras cae el sol de la tarde, se escucha mucho mejor.

Nunca esperes el momento de una gran acción,

Ni que pueda lejos ir tu luz;

De la vida a los pequeños actos da atención,

Brilla en el sitio donde estés.

 

Brilla en el sitio donde estés,

Brilla en el sitio donde estés,

Puedes con tu luz algún perdido rescatar,

Brilla en el sitio donde estés.

 

Puedes en tu cielo alguna nube disipar,

Haz a un lado tu egoísmo cruel;

Aunque solo un corazón pudieras consolar,

Brilla en el sitio donde estés.

 

Puede tu talento alguna cosa descubrir

Do tu luz podrá resplandecer;

De tu mano el pan de vida puede aquí venir,

Brilla en el sitio donde estés.

 

De la vida a los pequeños actos da atención, / Brilla en el sitio donde estés... Resuena en tu cabeza, una y otra vez, y esperas que esa sola frase te dé el valor para pedirle disculpas, mas no te atreves.

Como si aún fueras un niño pequeño tomas una hoja de papel y escribes, apurado, deseando que ahí estuviese la solución a todos tus problemas.

PROYECTO DE MI AYUDA AL HOGAR

1. Hacer los mandados.

2. Cuidar de los animales.

3. Cuidar mi ropa, zapatos y libros. Tenerlos limpios y

ordenados.

4. Cuidar los árboles.

5. Ser cariñoso y amable con mis hermanos.

6. Ser humilde y obediente con mamá y no disgustarla.

7. Estudiar mis lecciones y hacer mis tareas todos los días.

 

Frank está molesto, y más molesta se va a poner doña Rosario, ella que ni siquiera se conforma con una nota de Aprovechado. Todos sus hijos deben tener Sobresaliente, para eso se ha preocupado por la educación de cada uno. A la doña la conoces bien, no tolera las faltas de respeto ni las malcriadeces. Cuando se le metió en la cabeza que todos debían de aprenderse una canción, de allá de su tierra, no hubo quien le quitase la idea. Unha Noite Na Eira do Trigo, se llama la canción, y cuando los convoca para cantarla entre los cuatro es como si te dieran un piñazo en el estómago.

Unha noite na eira do trigo

Ó refrexo do branco luar

Unha nena choraba sin trégolas

Os desdés dun ingrato galán.

I a coitada entre queixas decía:

Xa no mundo non teño a ninguén,

Vou morrer e non ven os meus ollos,

Os olliños do meu doce ben.

Os seus ecos de malencolía,

Camiñaban nas alas do vento

I o lamento repetía

Vou morrer e non ven o meu ben.

 

De seguro tu hermano enseña esa misma canción a sus muchachos de cuarto grado en el colegio de El Salvador de la Segunda Iglesia Bautista. Fuiste por allá una vez, a visitarlo, y casi te mueres de la risa cuando descubriste que había repartido en el grupo cargos ministeriales. Este es el presidente, este el ministro de Justicia, este el de Hacienda, aquella la de Trabajo, el pecoso el ministro de Educación; la rubia, de Salubridad, y el más pequeño del grupo, el de Obras Públicas.

Y todos los niños ponían cara de gente importante, se tomaban muy en serio su cargo. Creían, con sus 10 años, que podían cambiar el mundo.

Frank está molesto y no sabes cómo pedirle disculpas. La culpa fue de la bendita paloma blanca, estaban los dos junticos en el techo, tratando de arreglar una de las tejas cuando cayó una paloma frente a ustedes. Él, con su manía de asociarlo todo con Dios, dijo que era una señal divina. Y tú que no, que era una paloma que lanzaron los vecinos brujeros del solar. Y él que la brujería no existe, que la paloma era un símbolo de bondad y cosas buenas. Y tú que los habías visto otras veces lanzando palomas de cualquier color. Y él que Dios. Y tú que los santos. Y él que el espíritu. Y tú que la vecina y sus toques yoruba. Y él que te iba a reprender. Y tú que no resistes tanta bobería, y lo empujaste.

Lo empujaste sin darte cuenta de a quién tenías al frente. Lo empujaste porque no sabes discutir y cuando lo haces se te sube una cosa mala para la cabeza y te ciegas. Lo empujaste porque sabías que tenías razón y que los vecinos del solar eran unos brujeros. Lo empujaste y, aunque ahora te arrepientes, tiene un rayón en la cabeza y una costilla con dolor. Lo empujaste y te da más rabia que ni siquiera te haya reclamado. Ni siquiera te cogió por las orejas para subirte al techo y lanzarte.

Ni siquiera te dio con un palo, ni te peleó, no te dijo: sinvergüenza, nunca más vas a ser mi familia.

Ya han pasado más de dos horas y todavía no sabes cómo le vas a pedir disculpas, cómo le vas a decir que nunca más lo vas a hacer, que juras portarte bien. Lo juras por ti, por él y por la doña, que cuando se entere no te va a dejar un pellejo vivo. La señora llega de la calle, porque sientes el ruido que produce la cerradura al abrirse, y un corrientazo te recorre el cuerpo. Y allí la ves, en el medio de la sala, imponente, con el pelo recogido y la mirada severa, implacable.

Entonces lo notas. Al fin se decidió a salir, y con cada paso que da hasta doña Rosario se te está yendo un pedazo de alma. El pie derecho y suspiras, el pie izquierdo y te pasas la mano por la frente, de nuevo el derecho y ya tienes un salto en el estómago, el izquierdo y quieres salir corriendo por la vergüenza, por la pena, por no poderlo mirar a los ojos.

La miras y sientes que tus ojos son los de un gato hambriento y toda la molestia, todo el coraje, desparece. Lo miras y suplicas perdón una y otra vez, sin decir palabras, porque están de más. Los miras a los dos y debes leer sus labios porque no los escuchas. Estás sordo, no quieres oír cuando ella le pregunte por los rallones en la cara, por el morado tan feo, no quieres escuchar y te conformas con leer los labios. Por eso te inquieta lo que entendiste, te inquieta que como mal lector de labios no hayas entendido. Doña Rosario le preguntó qué le había sucedido y él, mirándote a los ojos, hizo lo que nunca hacía: mentir, y le dijo a su madre que una bicicleta lo había atropellado, por cruzar la calle sin mirar.

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