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Conjurar la luz

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Nov.23, 2024 - 15:56 pm.

La ciudad sostiene sobre sí otras tensiones: hay una sociedad que sale a la calle con mil descargas en la cabeza, una sociedad que funciona como una gran fábrica y donde los conflictos, incesantes, hacen parte de la realidad. El santiaguero Onel Pérez Izaguirre construye en Cables de alta tensión (Premio Calendario de Poesía, 2023) una poética capaz de mirar dentro de los entresijos de la vida, de palpar los discursos, como pulpa de mango, hasta llegar a la esencia.

La fábrica está construida con la palabra, escrita desde la honestidad intelectual: no es un volumen para complacer o adormecer los sentidos. Más bien lo contrario, verso a verso, pretende acumular electricidad. Luego, ocurrirá la descarga: En la pieza/ un silencio/ a trozos/ hiede dice en «Cuarto de armamento», un poema que abre el texto. Dividido en «Sala de cámara» y «Maquinaria», desde las primeras palabras se anuncia que aquí hay un relato poético, uno que nos cuenta la relación dificultosa entre el presente ―agitado, desmemoriado― y el ese pasado que pervive, a veces, en un pedestal que nadie visita, que nadie ve. Quedan gemidos/ de héroes/que se esconden/en las piedras (…). Detrás,/ solo recuerdos,/ pedazos de rostros/ a punto/ de ser/ demolidos./ En la pieza/ varios silencios/ nacen sobre/ el silencio/ de los héroes/ que nadie entiende.

El poema contiene aquí parte de las dificultades en la fábrica, que es otro modo de nombrar aquella cotidianidad de la sobrevivencia. Las tensiones no se dan solo con el ayer y la memoria, las cargas eléctricas más poderosas vendrán de la contradicción entre el hoy y el futuro, ese al que se hace referencia en un escenario de tornillos y tuercas, ese que se construye cada día y, en cambio, parece lejos, inalcanzable y predecible. Esta contradicción no se da, cómo pensarlo, a un nivel individual, sino colectivo. Así se refleja en «Versión virgiliana»: Qué siente un país cuando/no puede dominar su propio circuito./ En el silencio que nos deja la libertad/se encuentra su último desprendimiento,/ alejándose de las aguas/ por todas partes. La migración, esa fuga constante, forma parte sutil de la poética, pero el signficado no se agota ahí. Queda la imagen del país que no es capaz por completo de darse sentido, de construir su narrativa sin caer en miradas cortoplacistas (tanto para mirar a lo caminado, como para revisar el trillo en que posa sus pies).

Sobre su valor literario, coincidieron los escritores Álex Pausides Aguilar, Nelson Simón Gonzálezy Carlos Esquivel Guerra, un jurado de lujo y, de seguro, los lectores que, por estos días, accedan a la obra en el stand de la Casa Editora Abril. El holguinero José Luis Serrano ofrece, al escribir, algunas señales sobre dónde radica la vitalidad del poemario: «Poemas-mecanismos, poemas conductos. Territorios donde la belleza se produce a contra pelo de medias verdades y falsos humanismos. El poeta sabe que la automatización de la vida y (consecuentemente del lenguaje) ha generado enormes reservorios de “escritura estancada”. Contra tal estado de cosas van estos artefactos de alta tensión. Poner en evidencia “la grasa de los discursos” es su principal objetivo».

Entre las disputas entre el ser humano y la fábrica social, resalta la presión sobre hombres y mujeres, todas las personas, por producir y ser eficientes, por entregar todavía más; nunca será suficiente, parece decirnos el autor: Soy una máquina/ un cero en la historia/que, cuando le gritan quiere abortar./ No importa,/mi ser está envuelto/por lo irreal./ Soy una máquina,/un pedazo de carne/sin memoria. «El lobo del hombre» desde el título apunta al sistema como ente que impone vínculos fríos, poco comunitarios, sin humanidad. Es el propio autor quien, en contraposición a esta mirada, nos recuerda en «Mecánica» que a pesar de estar rota funciona la pieza que en nosotros habita.

Sobre este poemario, de una intensidad sostenida, de belleza en la expresión, pero en especial, contundencia en la idea, en el manejo de la realidad cubana como narrativa subyacente, quiero recomendar en particular «El tendido nacional»: Hay poetas que sueñan, pero la patria es flujo, no código/ Ahora los poetas quieren ser electricistas/ para entender las palabras desde otra perspectiva./ No aguantan la tensión del cable sobre sus cabezas./ Patria,/ una idea concreta que se pierde entre el tumulto.

Nadie podrá dudarlo, un poeta puede retratar esa fábrica-sociedad en que vivimos y, al hacerlo, conjurar la luz.

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