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«Vemos el mundo una sola vez: en la infancia. El resto es memoria». Esta magistral frase de la poeta estadounidense Louise Glück me acompañó mientras leía el libro que presentamos hoy. Publicado el actual año por la Casa Editora Abril, con edición de Axel Li, realización de Dania Iskra Carballosa y diseño e ilustraciones a cargo de Alanis de la Fuente y Hanna Chomenko, respectivamente, Mamá «Cuentalotodo», debut de Liudmila Peña Herrera en el campo de la literatura infantojuvenil, es uno de esos volúmenes, a veces escasos, siempre necesarios, que se nos antojan ideales para ser disfrutados en familia, reunidos todos al refrescante calor de la literatura.
Es común que en reuniones familiares o encuentros con amigos y parientes salgan a la luz historias de nuestras infancias que damos por falsas. Los ejemplos sobran. Aquí el que más y el que menos hizo pis en los maceteros de la abuela, saboreó un puñado de tierra de jardín, destripó lagartijas o en pleno catarro complementó la dieta con una suculenta porción de secreciones nasales. Yo mismo demostré mi incipiente interés por el arte incursionando en la pintura mural con el contenido de mis pañales. Ahora estamos hechos y derechos, y cuando nos cuentan esas cosas, las ponemos en duda. Ese riquísimo anecdotario que suelen atesorar padres, tíos y abuelos, y que hace las delicias durante los cumpleaños, las veladas de Fin de Año o las tardes del Día de las Madres emerge, al decir de otro gran escritor, el argentino Adolfo Colombres, empapado por el brillo de lo mitológico.
Hay quien tiene la suerte de que su infancia sea recordada y de recordarla; hay quien no. Alex, el único hijo de Liudmila, la tiene. Las preguntas capciosas, las respuestas ingeniosas, las ocurrencias y revelaciones que el pequeño formuló, ofreció y protagonizó durante esos años preescolares que ya van quedando atrás han sido recogidas por su mamá en este peculiar volumen cuyos pasajes, escritos principalmente durante la pandemia de coronavirus, vieron la luz como posts en redes sociales antes de ser recopilados, organizados y editados a fin de integrar un libro.
Este muy bien pudiera titularse El libro de Alex, porque él es el verdadero protagonista, y pudiera ser, también, el libro de muchos niños en el planeta, porque Liudmila nos cuenta en sus páginas varias experiencias particulares, familiares, a ratos íntimas, en las que palpitan cuestiones tan universales como el descubrimiento del mundo, de dónde venimos, cómo terminamos en el vientre de mamá, por qué enferman las personas y por qué mueren: interrogantes que siguen cautivando el interés de los más pequeños sin importar género, raza o nacionalidad, y que no siempre encuentran las respuestas adecuadas. Liudmila las contesta desde el cariño, la preocupación y la crianza responsable, sin medias tintas ni mojigaterías, mediante un estilo y un lenguaje claros y directos heredados de su trabajo como periodista. Así, Mamá «Cuentalotodo», más que un libro de narrativa para niños es una peculiar mezcla de crónica, anecdotario y testimonio, ideal para lectores de todas las edades, compuesta por pasajes cortos, escritos con una notable capacidad de síntesis y oportunas dosis de humor concentradas sobre todo en los finales.
Poco a poco vemos como Alex va reparando en su entorno, formula mil porqués, uno detrás del otro, y exige explicaciones o se las inventa. No nos cuesta imaginar el proceso paralelo que, mientras lo educan, experimentan los progenitores y, por extensión, los parientes más cercanos. La rutina diaria se transforma; el niño deviene eje, centro, pilar. Cuanto se hace es por él y para él, y también cuanto se aprende, porque ningún bebé nace con un manual de instrucciones bajo el brazo. Aquí se cumple una máxima de otro gran poeta, el libanés Khalil Gibrán, quien escribió en El profeta (y parafraseo) que los hijos vienen al mundo para enseñar a los padres todo lo que estos aun no han aprendido.
A ello se suman las alegres ilustraciones de Hanna, verdadera especialista en el asunto, algunas viñetas realizadas por el propio Alex, una carta de su puño y letra (facsímil incluido), dos notas a cargo de la autora que contribuyen a situarnos en contexto y una cuidadosa impresión tan encomiable como titánica en los tiempos que corren Mientras recababa información vía Messenger para escribir estas palabras, Liudmila me confesó que a última hora le entraron dudas con respecto a la publicación del libro. En mi opinión, hizo muy bien en darlo a conocer. De lo contrario nos hubiera privado de una lectura divertida y jocosa, emotiva y sincera, que nos lleva de la risa al llanto con notables sencillez y facilidad; nos hubiera impedido el ingreso a un cosmos único, porque cada infancia lo es, en el que encuentran o hallarán reflejo decenas de infancias pasadas o por venir.
Así, cuando Alex crezca y durante la celebración de un cumpleaños o el día de la boda o en las veladas por Año Nuevo sus padres le cuenten que su primera palabra fue el nombre de una bisabuela y que de pequeño quería viajar a la Luna, imaginaba noviazgos entre pulóveres y camisas, planteó la posibilidad de enseñar español a todos los chinos de China, creía que el insecto nacional era el Aedes Aegypti y pidió ver la documentación videográfica del apareamiento que le dio origen, creerá en todo eso. Y lo hará porque, en un ejercicio de amor, restándole horas a su trabajo como periodista, a la crianza responsable y las tareas hogareñas, su mamá lo dejó plasmado en un libro repleto de ternura, anhelos y esperanzas: un compendio de cortas historias luminosas y coloridas que en primer lugar demuestra que a los niños debemos hablarles siempre con la verdad en la mano, sin empañar sus sueños ni su invaluable inocencia, y en segundo nos reconecta con nuestras infancias más o menos lejanas, con experiencias a ratos olvidadas o mal recordadas, con esa manera tan propia, tan única, en que de pequeños descubríamos cuanto nos rodeaba desde la sorpresa y el asombro, esencia de la filosofía. Una manera de ver y aprender que, por desgracia, va decayendo con el paso del tiempo hasta, en muchos casos, desaparecer por completo.
Tomando como punto de partida una experiencia en concreto, Mamá «Cuetalotodo» nos transporta a esa época dorada en que los hoy adultos éramos más libres y osados, las convenciones sociales aún no hacían mella en nosotros, ondeábamos a toda hora las banderas de la imaginación y la curiosidad, nos permitíamos soñar sin límites porque los límites aún no estaban bien establecidos, escarbábamos en los fenómenos cotidianos para desentrañar los motivos de todo y cuestionábamos el sorprendente mecanismo del universo.
Liudmila recuerda por Alex, y lo hace para que a él le sea más fácil recordar luego. Dice Gibrán (y este, les prometo, es el último parafraseo) que los hijos habitan en un futuro prohibido para sus padres; también, que son como una saeta al aire: una vez la arrojamos es inútil correr tras ella. En el viaje que toda vida representa, una vez alcance ese futuro que, por definición, sus progenitores no disfrutarán, Alex, gracias a este libro, sabrá de donde viene, puede que no lo olvide nunca, y podrá encaminarse con paso firme a doquiera que vaya. Pocos obsequios de una madre hacia su hijo superan el regalo de la memoria.